El verano apenas ha empezado y ya se ha cobrado en nuestro suelo dos incendios de grandes proporciones. En los meses de abril y mayo el fuego ya había avisado, sobre todo en la Comunidad valenciana, de la vulnerabilidad del sistema. Al incendio en la Sierra de Aitana- uno de los sistemas montañosos más singulares de la región- le siguió el de Carcaixent, Benifairo de’ls Valls y Bolbaite, en los que se quemaron  alrededor  de 4.000 hectáreas. Hubo que desalojar un hospital y varias urbanizaciones y emplear más de 500 personas, incluida la UME y 13 medios aéreos.

Inmediatamente después el incendio de Lietor (Albacete) mostró su cara más peligrosa al acorralar a un equipo de bomberos forestales con serio riesgo para sus vidas. Afortunadamente pudieron ser rescatados de las llamas a tiempo.

Tal y como manifiesta WWF, “en España somos buenos apagando fuegos, pero no apostamos por la prevención”. O dicho de otro modo: los incendios estivales se apagan en invierno. Pero las Administraciones no apuestan por las medidas preventivas que podrían evitar que muchas zonas de nuestro suelo nacional se conviertan en una pira, ocasionando graves pérdidas medioambientales e incluso humanas en demasiadas ocasiones.

En este sentido, el responsable de Bomberos de la Federación de Empleados y Empleadas de los Servicios Públicos de UGT (FeSP-UGT)  Joaquín Sáez Murcia, ha pedido a las Administraciones que desde la planificación se minimicen los riesgos. Es posible reducir la masa combustible de los montes aumentando su discontinuidad para evitar una rápida propagación del incendio; hacer pistas más accesibles para los vehículos de Bomberos; facilitar la intendencia operativa en lo que se refiere a los puntos de captación y alimentación de agua… También, señala Sáez, es necesaria “ la implementación de  políticas de índole medioambiental que incidan en la eliminación del riesgo de manera natural y coordinada”.

Del mismo modo, desde el Sindicato de Bomberos de UGT, se pide  a las Administraciones un aumento de los recursos humanos en los Cuerpos. “Su carácter heterogéneo y sus dispersión hacen al colectivo débil y dependiente. Carecemos de una denominación clara para todo el Estado, carecemos de plantillas suficientes, estamos sujetos a políticas administrativas variopintas y adolecemos de falta de formación y protocolos para una actuación más eficaz”, reivindica Sáez. La miopía política y la falta de visión global, mezclada con los intereses económicos y la falta de responsabilidades penales completan un cuadro poco alentador: los incendios forestales cobrarán año tras año su consabido protagonismo si las administraciones no apuestan por un pacto contra el fuego que minimice esta lacra que se repite cada verano.