Los derechos humanos entre las piedras de los muros
A pocos días de su llegada a la presidencia, Donald Trump ha ordenado construir un muro a lo largo de la frontera con México, crear nuevos centros para detener inmigrantes no autorizados y reactivar un programa federal para agilizar deportaciones. Y en Europa, la crisis de los refugiados se agudiza en un invierno gélido en el que cientos de miles de personas no encuentran respuesta a su demanda de asilo y refugio en el viejo continente. Cuando los muros de la intolerancia van instalándose en las fronteras para parcelar un planeta cada vez más globalizado, creo que es importante recordar que en los pilares de nuestro sindicato se encuentra el enfoque internacionalista por el cual los Derechos Humanos son una prioridad que debemos defender.
Estas no son solo palabras, sino que creo que transmitir el sentir de todas las compañeras y compañeros que compartimos la urgencia de poner freno a la intolerancia y la barbarie de los extremismos y volver a buscar el camino de la cooperación y la solidaridad.
En tiempos tan convulsos como los que vivimos es preciso recordar que la firma de la Declaración de los Derechos Humanos fue un hecho excepcional en la Historia de la Humanidad. Después de la Segunda Guerra Mundial, en los iinicios de la Guerra Fría, cuando todavía dolían las heridas del nazismo y ante la situación de injusticias que se vivían en los cinco continentes, se llega a un compromiso por el que todos los gobiernos deberían respetar y cumplir una serie de normas que nos convirtieran en ciudadanos y ciudadanas del mundo, dentro de un marco de igualdad.
Sin embargo, la historia no es lineal, y este marco en el que los gobiernos se comprometieron a garantizar los derechos a todas la personas parece que se está resquebrajando. Por esta razón es preciso recordar que la declaración es “universal”; no hace referencia a unos derechos para la ciudadanía de un determinado país sino para todo ser humano, sin distinción, por lo que el respeto a los Derechos Humanos debe extenderse a todos las personas que buscan refugio o emigran, cualquiera que sea su condición, regular o irregular, porque cada una de las personas tenemos reconocidos derechos indelebles, inherentes y consustanciales a la dignidad humana, que nos acompañan a lo largo de nuestra vida.
En palabras de José Saramago “la identidad de una persona no es el nombre que tiene, el lugar donde nació, ni la fecha en que vino al mundo. La identidad de una persona consiste simplemente en ser, y el ser no puede ser negado”. Como mujeres y hombres sindicalistas, reiteramos nuestro compromiso internacional, así como la búsqueda de respuestas para frenar la ola de intolerancia y xenofobia que se extiende como consecuencia de las políticas neoliberales que cosifican a las personas. Tal y como afirma Bobbio “el problema de fondo relativo a los derechos humanos es hoy no tanto el de justificarlos, como el de protegerlos. Es un problema no filosófico sino político”.
JULIO LACUERDA, Secretario General de FeSP UGT