“Agarrada por su madre y sentada en una piedra le cortaron el clítoris y los labios menores y mayores con una hoja de afeitar vieja. Después cosieron todo dejando libre sólo una apertura diminuta para orinar” Waris Dirie “Desert Dawn” (2002)

La mutilación genital femenina es la extirpación total o parcial de los genitales externos femeninos u otro tipo de lesión a los órganos genitales femeninos, que se realiza por cuestiones culturales o de otro tipo, pero en ningún caso existe una razón médica.

Actualmente se calcula que a nivel mundial hay al menos 200 millones de niñas y mujeres que han sido mutiladas, y si la tendencia actual continúa, para el año 2030 aproximadamente 86 millones de niñas entre los 11 y 15 años de edad serán víctimas de algún tipo de mutilación genital. La mutilación genital femenina es una vulneración de los derechos humanos de las niñas y las mujeres, que refleja la profunda desigualdad entre los sexos. Esta práctica está ligada al control sexual femenino por parte del varón, que garantiza la virginidad antes del matrimonio y la fidelidad después de él. En muchas comunidades existe la convicción de que esta práctica reduce la libido de la mujer, ayudándola así a resistir la tentación de una posible relación extraconyugal. En el caso de las mujeres y niñas a las que se ha sellado o estrechado la abertura vaginal, se parte de la premisa de que el miedo al dolor que causaría su apertura y a la posibilidad de ser descubierta disuada a la mujer de mantener relaciones sexuales extraconyugales.

Una vez más, la mujer y su cuerpo son cosificados, siendo consideradas como una propiedad más del varón, primero de su progenitor y luego de su esposo.

Esta práctica tiene consecuencias terribles, de hecho de forma inmediata aparecen complicaciones que van desde las hemorragias, dolor intenso, fiebre, infecciones como el tétanos, estado de choque o incluso la muerte. Si la niña consigue sobrevivir a esta aberración, a largo plazo puede experimentar infecciones urinarias, problemas vaginales y menstruales, problemas sexuales, mayor riesgo de complicaciones en el parto, o trastornos psicológicos.

Cada cuatro minutos una niña es víctima de esta práctica cercana a la tortura, sin anestesia, en el suelo y fuertemente agarrada por las mujeres de su comunidad, empleando cuchillas que ya han sido utilizadas, sin medidas higiénicas y todo ello para poder ENTREGAR a las chicas “íntegras” al matrimonio, perpetuando así el dominio del varón sobre la voluntad, autonomía e independencia de la mujer, poniendo en riesgo su vida, su salud y la de sus hijos e hijas, privándola de una vida sexual plena, condenándola al dolor de por vida.