Un titular, un mito. Mitos sobre las víctimas
“A las mujeres no les importa, si no, se marcharían”
“A la mujer maltratada le gusta sufrir y que le peguen”
Noticia publicada en el diario “El Mundo” el 2 de enero de 2017:
“Muere la primera victima de violencia machista del año tras ser apuñalada por su pareja. La fallecida, una española de 40 años, convivía con el detenido pese a existir una orden de alejamiento a raíz de una denuncia previa. Varón colombiano de 20 años.”
En esta noticia aparecen dos estereotipos relacionados con los mitos que tienen que ver con la víctima y que la califican de pasiva y masoquista: “A las mujeres no les importa, si no, se marcharían” y “A la mujer maltratada le gusta sufrir y que le peguen”.
Esta falsa creencia responsabiliza y culpa a la mujer de la situación de malos tratos. Las razones por las que una mujer maltratada decide seguir conviviendo con su agresor son múltiples y variadas. Este argumento es dado por válido porque nos han hecho creer que vivimos en una sociedad en la que la mujer no es discriminada ni sometida, porque ella es quien decide su destino. Sin embargo esta no es una cuestión de voluntades, la de quedarse o abandonar la relación, sino que se trata de que el agresor impone una relación
en la que no cabe otro final que la perpetuación de una relación en la que la mujer queda sometida a su criterio, sin poder salir, aún abandonando a quien la violentó.
Otro ejemplo de responsabilización de la víctima es el razonamiento de que la agresión masculina en el ámbito de la pareja satisface una supuesta “necesidad de sufrir” de la mujer víctima de la violencia, a quien se atribuye una personalidad dependiente, derrotista y autodestructiva. Esta creencia es la que sustenta el mito del masoquismo, craso error que oculta las graves alteraciones físicas y psíquicas que padecen las mujeres violentadas, habiéndose constatado que los síntomas que refieren son coincidentes con los del Síndrome de Estrés Postraumático, tan habitual en víctimas de catástrofes, accidentes graves, víctimas del terrorismo, de violación u otro tipo de acto violento.
La mujer se siente permanentemente en una situación de peligro a la que no encuentra salida, y en la que al mismo tiempo los argumentos que recibe por parte de su pareja-agresor hacen que se sienta culpable. A medio plazo esta situación provoca que entre en un estado de apatía, depresión, baja autoestima y confusión, unido todo ello al sentimiento de indefensión que le hace creer que nada cambiará pese a sus esfuerzos, lo que puede producir que de cara a la galería parezca que su situación no es tan mala y mucho menos tan grave.
Para tomar una decisión es necesario disponer de una mínima capacidad de reacción, así que si la mujer no logra salir de su cautiverio no es precisamente porque no quiera, sino porque los abusos a los que es sometida minan progresivamente su capacidad de reaccionar y enfrentarse a su realidad.